Creando espacios seguros para las personas negras en Bogotá.
La trivialización del racismo es un problemática que desorbita a las personas racializadas de este país. Su minimización, burla, y demás normalizaciones, sacan de contexto corporal, mental y espiritual, a las personas afrocolombianas que siguen construyendo un país que desde la estadística nos pasa por alto. Sin embargo, en el momento en que empezamos a conversar sobre iniciativas como espacios seguros, esa trivialización pasa a un segundo plano temporal. Considero que el término “espacios seguros”, es todavía muy reciente en Bogotá y en Colombia, debido a que la confianza, la familiaridad y seguridad entre personas negras se ha estado creando desde la época de la esclavitud, desde la militancia cimarrona cuando se arman los primeros palenques, hasta las mujeres negras en las casas de las abuelas, cuidándose entre ellas. Para mi y otras personas negrxs, este deseo de familiaridad resurge hoy en día cuando me repienso, siento, experimento e investigo sobre nuestra identidad de forma dimensional.
Azabache es un proyecto que premeditadamente se planteó como un espacio seguro. Cuando menciono esto, recibo muchas reacciones especialmente de personas blancas y mestizas, varias de ellas activas en otras luchas (feminismo, ambientalismo, LGBTQ), algunas de ellas conocen el término, otras no están involucradas y otras no saben que es racismo. Estas reacciones usualmente caen en la absurdidad del hecho, porque no ven nuestra lucha como merecedora de un lugar de confianza, porque no es “para tanto” en Colombia, y la absurdidad o ese afán deslegitimador del mestizaje, radica en que nos ven a las personas negras, como entes que debemos compartirnos todo el tiempo, claramente con la selección estereotipada de nuestra cultura, en la que debemos “hacer el favor de exponerla y exponernos como carne de mercado”.
Colombia en su marca país, se vende como pluricultural sin problemas raciales, pasando por alto que es precisamente aquí, donde germina una de las semillas coloniales y capitalistas, que nos lleva a entender porque ellos no se permiten dimensionar personas negras creando espacios seguros en una ciudad o parchando entre ellos, y porque no existe un trabajo de revisión sobre la anti negritud y colonización por parte de las personas blancas y mestizas.
Esta inexistencia de cuestionamiento, no es algo que antes no hubiera visto en otros lugares, charlas, universidades o fiestas, pero la situación que superó mi límite de tolerancia, fue cuando se abrió un espacio como una oportunidad de diálogo, que inicialmente se había pensado para personas afro porque culturalmente tenía esa dirección, adicionalmente se iban a escuchar nuestras experiencias en el arte, pero cabe resaltar que fue un espacio en el que asistieron personas mestizas, blancas y negras.
Durante el diálogo, cada vez se volvía más intenso escuchar y ver como la atención, las quejas y experiencias, se desviaban fácilmente a las personas blancas o mestizas que se encontraban en el lugar, exotización directa a mujeres negras por parte de hombres blancos que eran “rastas”, personas negras minimizando la gravedad de sus experiencias para no incomodar a la gente mestiza, un completo cambio del tema que se había redirigido a múltiples: “Yo me siento afro”, mujeres negras corrigiendo cada cosa racista que se decía (me incluyo), para que la siguiente persona en hablar volviera a decir algo racista, tonos moderados para que la gente mestiza no se incomodara y no nos vieran como gente agresiva que no quiere etnoeducar, hasta escuchar por último “es que el racismo es de todos, yo como blanca sufrí más que nadie cuando viaje a África”.
Un sinfín de desgastes y violencia manifestados en “micro”racismos donde todas las personas negras del lugar, sabíamos que era lo normal a suceder, que no era la primera vez, pero fue un tema que solo pude retroalimentar luego con tres personas negras, y que dos de ellas fueron y son creadora(s) de Azabache. ¿En esto consiste la inclusividad? ¿En espacios que integren y ya?
El concepto de “inclusividad” en los espacios bogotanos, es una piedra en el zapato permanente, no solo por la característica hostil de capital, que siempre está atenta a juzgar mientras está determinando que pertenece y que no, sino también porque forja conceptos de adaptación definiendo ella misma los términos de humanidad. Por otra parte, los lugares que vienen con la etiqueta de inclusivos o interseccionales, constantemente fallan en esta denominación precisamente porque no hay un trabajo previo de revisar tanto la anti negritud (aun teniendo los recursos para hacerlo), como la forma en la que realmente la categoría/identidad del mestizaje borra u oprime.
Es aquí cuando me devuelvo a la experiencia antes mencionada, donde evidencié que los lugares integrados actuales velan por la comodidad de la gente blanca o mestiza. Las personas negras queremos lugares donde podamos definir bajo nuestros propios términos nuestra humanidad, punto. Lugares libres de estereotipos y marginalización, donde reclamemos partes de nosotros que se encuentran reprimidas, donde nuestros esfuerzos no sean atacados y borrados, donde encontremos apoyo y comprensión en nuestras historias, donde no nos agotemos o traguemos la frustración, donde exista consciencia de salud mental negra sin el atropello de disculparnos por nuestras experiencias o cómo las decimos, todo esto en el camino de crear una sociedad más justa y saludable.
Y es que los valores de la blancura, el eurocentrismo, son aguas en las que todxs nadamos en este país y en el que nadie es inmune. Su impacto lo recibimos todos, traducido en lugares integrados que vienen con una previa asignación institucional y estructural llamada racismo, y un sistema en el que unos ejercen el poder (privilegio racial) otorgado u heredado, y otros no tienen tal poder, siendo subalternos al mismo. Si estos espacios integrados cotidianos se rigen por la blancura, dictan quién habla, que tan alto, con que palabras, que no decimos, que se ignora, a quién se valida y a quién no, queda preguntarse, ¿somos nosotros mismos en estos espacios? Si en estos espacios integrados es inevitable que predominen patrones de blanqueamiento y dominación blanca, ¿ese espacio está diseñado para las comunidades afro, indígenas, raizales y palenqueras?, ¿todos tienen la oportunidad de verse, sentirse o escucharse?, cuando se diseñan espacios inclusivos, ¿se ven esas aguas en las que todos estamos nadando?, ¿incluye visiones de hacia dónde vamos comunidad afrocolombiana?
Aclaro que el tratamiento a estas preguntas, solo se da desde lugares en los que se valora la corporalidad y salud mental de las comunidades o poblaciones en cuestión, se da desde lugares de construcción intencional de comunidad. Estas preguntas se responden subvirtiendo las posiciones de poder actuales, se dan porque es primordial hablar de la salud de las mentes negras desmitificando el concepto de “adaptación constante occidental” vs qué comportamientos psicológicos activa el racismo. Estas palabras las quería dar desde un lugar de honestidad ante todo, tengo la intención de erradicar el tabú y la noción espacio seguro para las personas negras, no paternalizo el mestizaje, porque el mismo mestizaje no se ha comprendido y tiene el poder de quedarse sin comprender, y esto está expresado en que somos los que más hemos ejercido fuerza en el gobierno en temas de etnoeducación.
La introspección con mis amigas sobre si estamos bien mentalmente, me ha apartado de romantizar la frustración de tener que lidiar con este tipo de experiencias, y si bien los espacios seguros no arrancan la raíz de un sistema de opresión, si son un paso más para la creación de comunidad, de enlaces, y relaciones que nos sanen.

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